Mi
vida no es como la de los demás. Hace mucho, muchísimo tiempo que
lo sé, en verdad siempre lo he sabido y la razón principal aunque
no la única es mi inmortalidad. Es un hecho nada circunstancial que
me ha acarreado muchos inconvenientes en los aspectos que se
relacionan con el corazón aunque como es obvio también han habido
ventajas en ello. He tenido que cambiar de nombre miles de veces y he
vivido en la mayoría de lugares de esta extensa tierra. He conocido
y me han conocido personajes de relevancia histórica aunque
reconozco que las personas anónimas han sido mucho más interesantes
en todos los sentidos. Recuerdo a Luhar, a Nosquio, a Deslio, a
Bethelsalí, a Navase, a Oligpon, a Friluh y a tantos que necesitaría
toda la tinta y el papel de este mundo para poder enumerarlos a
todos. Tengo que aclarar que la vida inmortal no difiere tanto cómo
se cree la gente de una vida mortal, la única salvedad es que
mientras ellos mueren yo no. La materia que me forma es como
cualquier otra pero mi esencia no y cada vez que muere mi “traje de
viaje” he de buscarme otro. En la mayoría de los casos he
preferido nacer cómo nacen todos los demás mortales aunque mi
conciencia ya estuviese desarrollada permanentemente. Nunca he
utilizado animales ni otras formas de vida, siempre he escogido la
forma humana por ser la más capaz de adaptarse a un mundo que cambia
rápidamente. Fui mujer las primeras mil veces pero sobrevivir a mis
hijos era un trago demasiado duro para mí así que decidí ser
hombre. He de confesar que hubiese podido elegir ser un hombre
poderoso y rico siempre que hubiese querido pero no era así porque
éstos, al contrario del pensamiento general, son seres con poca
libertad y sus vidas están condicionadas a pesar de poseer todo
cuanto necesitan y más. La pobreza es un problema para cualquier
mortal aunque yo la he preferido porque desde esta indigencia me ha
sido mucho más fácil vivir sin ataduras ni imposiciones. También
debo confesar que no soy el único inmortal que vive en este mundo
aunque la gran mayoría de ellos, por un motivo u otro, han renegado
de su condición y han acabado petrificados por decisión propia. Yo
he preferido vivir entre las miserias y las alegrías de los
mortales, pesasen lo que pesasen, fuesen las que fuesen porque
siempre he sentido que mi inmortalidad no era un vacuo poder y ello
me ha llevado a saber y a sentir que lo que más me gusta en este
mundo y en todo este tiempo es...
…
Vivir.
Por
cierto, mi nombre es Eón.
El dios del tiempo eterno persigue a la vida como la inmortalidad a la muerte.
ResponderEliminarDelicioso tu relato,
Un beso.
He buscado en internet, quien es este señor. Es el Dios de la inmortalidad, en la mitología fenicia
ResponderEliminarNo sabía quien era...
Vaya¡ ser inmortal, debe ser de lo más aburrido del mundo.
Bss David¡
Notas que navegan sin destino,
ResponderEliminarConvertidas en tinta de azafrán,
Narración bellamente cuidada,
Que abre sin miedo las puertas del soñar.
Yo pensé que eras Haylander el inmortal, excelente relato David!
ResponderEliminarTe dejo un fuerte abrazo, bella noche.
Genial relato David, que experiencia de vida !!
ResponderEliminarBesos
Bueno, yo soy inmortal, pero no elijo quien ser. Seguramente me quedan aún muchas vidas para poder hacerlo.
ResponderEliminarNeón ha sabido elegir. El pobre es más feliz que el rico porque su felicidad no está basada en lo material.
Un beso.
Gracias a Tod@s por vuestros comentarios...
ResponderEliminarSiempre un Placer, Siempre un Honor
Besos a vuestros Corazones