Un ser que habita




Riring Kontrol es un ser que habita en la delgada línea que existe entre el sueño y el no-sueño. Viaja a través de la energía que desprenden las personas que están a punto de despertar, entre el anochecer y la intuición del amanecer. No le es complicado brincar de tierra en tierra pues la humanidad esta repartida por millares en todas partes. Para los humanos este momento dura apenas unos segundos y al cabo de poco ya no se acuerdan aunque Riring Kontrol lo vive cómo un espacio de tiempo casi infinito. Dura mucho más de lo que él necesita y cabe aclarar que de cada uno de ellos sólo necesita una cosa, su tiempo. Es algo enrevesado de explicar aunque simplemente es así, tiempo es lo que necesita y tiempo es lo que le sobra. Entre el sueño y el no-sueño existen más especies que conviven con Riring Kontrol, todas ellas desarrollan su actividad en esa fracción de tiempo que es eterna para ellos y momentánea para nosotros. Es la relatividad llevada a su máxima expresión, es la dimensión desconocida más habitual y es algo que escapa a nuestra razón pues ella, en esos eternos momentos, no existe.

Yo conocí a Riring Kontrol un día que mi cuerpo dijo basta y llegó a los cuarenta grados. La fiebre estaba haciendo estragos y mi cabeza no era capaz de situarse en ninguno de los dos mundos, unas veces estaba en el sueño y otras en el no-sueño. Las puertas de acceso a estos mundos eran, debido a la fiebre, giratorias. Entraba y salía de un mundo a la velocidad del párpado. En uno de esos momentos, apareció Riring Kontrol vestido elegantemente y postrándose ante mí se presentó. Después me confesó que no sabía cómo había llegado hasta allí y que por favor le dijese cómo podía proseguir su camino ya que lo esperaban en un país americano que ahora no recuerdo. No sabía de que hablaba, no sabía quién era y no sabía si lo que estaba viviendo era real o no. Todo era muy confuso, mi pensamiento estaba ralentizado y todo acontecía a mi alrededor a cámara lenta. De repente y muy lentamente fueron aparecieron pétalos de flores de todos los colores movidos por un viento que no fui capaz de detectar. Me volvió a preguntar si le podía ayudar y le respondí que primero tenía que saber dónde me encontraba, él se rió discretamente y me contestó que estamos en mi sueño. Que todo, a excepción de él, era producto de mi mente. Le pregunté incrédulo cómo podía ser que sólo soñase en un fondo blanco y un precioso viento cargado de pétalos, es un sueño simple, le dije, eso debes respondértelo tú, me dijo acompañando sus palabras con una amigable sonrisa. Eso quiere decir que ahora estoy en paz, comenté, eso debe ser, me contestó. Riring Kontrol sin impacientarse y con una amabilidad exquisita contestó algunas preguntas más. Finalmente me disculpe pues no podía entender cómo podía salir de mi sueño porque no sabía cómo había podido entrar por mucho que me lo hubiese explicado. No importa, haberte encontrado me ha dado tiempo para entender que detenerme durante un tiempo indeterminado en un lugar lejano y desconocido te ayuda. Simplemente eso, te ayuda, a mí me ha ayudado y gracias a esto he podido comprender cómo proseguir mi camino. Perdóname Riring Kontrol pero no te entiendo, es normal que no me entiendas, tu estás sumergido en ti mismo mientras que yo vivo mi existencia en esta eterna franja que define el mundo que los humanos hacéis posible con vuestros sueños, me dice y añade, tú eres uno de los millones que componen mi vida al igual que yo soy uno de los millones que componen la vida de otros seres que viven en el mundo que existe entre mi sueño y mi no-sueño. Es así, la vida no es horizontal ni vertical, ni suave ni dura, la vida simplemente se asemeja a ella misma, es un poco de todo y a todas las escalas posibles. Una pizca de esto más un menos de aquello puede que resulte algo muy cercano, ¿no sé si me entiendes? Pues no, si te he de ser sincero, le respondí y era la verdad, no entendí nada de nada, todo era lento y me costaba entender más allá de lo obvio. No pasa nada, te dejo con este hermoso viento de pétalos, es un hermoso sueño, uno muy bonito para volver, me dijo a modo de despedida y simplemente pude decirle gracias antes que una nube inmensa de pétalos me envolviese de golpe. Al volverse a calmar aquel viento, Riring Kontrol ya no estaba. Se había esfumado, había encontrado la salida de mi sueño y ahora estaba seguro que viajaba por tierras lejanas conociendo a otros cómo yo, sumidos en un estado que no puede ser definido porque dura un instante o una eternidad, porque hay vida dentro de la vida y porque por mucho que intentemos, la magia de esa franja no esta reservada para nosotros, los humanos.

 

 

Teoría es cuando se sabe todo y nada funciona.
Práctica, cuando todo funciona y nadie sabe por qué.
(Anónimo)


Si estudio, no es por saber más, sino por ignorar menos.
(Anónimo)




Deódalo




Deódalo navega en la forma que emana de sacar un dedo de un
dedal. No es agua lo que sustenta su presencia e inunda su esencia
mientras surca, en lo más ínfimo del sentimiento, una realidad sin
precedentes ni porvenir. Deódalo agradece las caricias húmedas del
viento en su cara mientras sus ojos se diluyen en el horizonte. No
esta presente en el dedal ni en la forma que ha dejado el dedo
porque ahora se siente parte de ese ínfimo sentimiento de realidad
sin precedentes ni porvenir. Su mirada no miente. Y Deódalo
navega, surca los mares de los mares y aún así, todo existe en un
dedal. El horizonte, el fondo, la forma, todo existe en el superlativo
espacio que ocupa un dedal. Y el viento ayuda a avanzar. Y
Deódalo sigue ausente en el más allá mientras los susurros de las
olas acarician su viejo cascarón y le hablan de leyendas y besos, de
delirio y razón. No es capaz de pensar pues su pensamiento, al igual
que un viejo mueble, hace tiempo que se mudó, buscó un lugar
lejos de un dedal y de una realidad sin precedentes ni porvenir.
Deódalo no lo echa de menos, sobraba, se dice pero matiza, en lo
etéreo no sobra nada. Deódalo vuelve a esta consecución de
aconteceres y comprueba lo inmenso que es su particular e
inexplorado mar con forma y fondo definido y de la grandaria de
un dedal. Confía que el viento hará algo bueno para él, siempre que
navega contra el viento le pasan cosas buenas. Y sin pensar se
acuerda de aquella vez, en los mares de la Costa, que fue un viento
en su contra y de descomunal fuerza, lo que le ayudó a encontrar
su viejo cascarón. Este paquebote reformado y reparado que ahora
le esta permitiendo surcar...

… una realidad sin precedentes ni porvenir en lo más ínfimo del
sentimiento.




 
Deódalo,
hijo de Celesthia y Avisx,
marino de leyenda.


 



Absurdo




Ayer me fui. Me fui muy lejos, allá dónde los planetas giran y dan vueltas sin ton ni son. Un lugar que se asemeja más a un estado psicotrópico que a una realidad manifiesta y me dí cuenta que cuanto más avanzaba más vidas quemaba, las vidas giraban y ardían, una tras otra, nacimiento, crecimiento y muerte en una rápida sucesión de sucesos, una y otra vez. Finalmente llegué al lugar dónde los planetas giraban, al principio pensé que ya nada me sorprendería pero me equivoqué, vaya sorpresa. Sin darme cuenta ya volteaba alrededor de un sinfín de planetas que no paraban de hacer lo que estaban haciendo. En ellos el movimiento era natural mientras que yo resultaba torpe. Poco a poco mis vueltas se parecían más a las suyas hasta que una estrella cruzó, una estrella con tu nombre. Mi atención atomizada se evaporó y seguí a la estrella, la misma que llevaba tu nombre. Volví, tras ella, a cruzar lugares y estados y de nuevo volví a quemar vidas. Aunque suene raro en ningún momento me sentí absurdo, todo lo contrario, seguir a aquella estrella me estaba haciendo entender y comprender el movimiento que emana de todo lo que es visible y de lo que no lo es. La seguí y el movimiento estelar hizo agradables estragos en mi forma y mi estado.

Adónde me llevas, le grité pero la estrella no respondió.

Al final llegamos a un lugar sin viento, a un estado sin fricciones.

Ayer me fui.

Me fui muy lejos.

Mucho más lejos de dónde los planetas giran y dan vueltas sin ton ni son y aunque suene raro...

… en ningún momento me sentí absurdo.



Al terminar de leer



Acabo de leer la novela 51 preguntas que responde el corazón de Lilith Veig. Una novela con ciertos tintes románticos pero que se aparta de cualquier endulzamiento gratuito. La novela consta de tres partes bien diferenciadas, pasado, presente y futuro y en ellas las historias discurren cogidas de la mano. Las situaciones son de lo más diversas y en cada una de ella, un personaje se hace preguntas. Se las hace a su propio corazón y sorprendentemente, éste contesta. A mi me ha pasado que en algunas de las realidades que se ven inmersos los protagonistas, me he visto reflejado. He podido comprobar que si hubiese preguntado a mi corazón, éste me hubiese respondido lo mismo que acabo de leer en la novela de Lilith Veig. Las preguntas son consecuencia de las circunstancias que llevan a los personajes hasta situaciones cruciales en su devenir. Se sienten desamparados y fuera de lugar y tan sólo saben una cosa, sólo pueden confiar en su corazón. Las respuestas suelen ser claras aunque llevan consigo una carga de profundidad si el lector es capaz de leer entrelineas. Es muy sutil la estrategia que utiliza la autora para atraparte en esta obra de reflexiones propias y ajenas. Es un buen punto de partida para todas aquellas personas que alguna vez se han preguntado eso de, que hubiese pasado si...

Otro dato a destacar es la omnipresencia del gato Miaux. Un felino que con sus gestos y avisos desencadena situaciones del todo imaginativas. El gato Miaux tiene un papel relevante y respecto a su importancia en la obra es aconsejable no dejarse llevar por el movimiento endiablado de su cola pues esto nos haría perder la auténtica trama en estas historias tan reales cómo puede llegar a ser un corazón.

Me ha gustado y la recomiendo.

51 preguntas que responde el corazón de Lilith Veig.

Tan sólo queda decir,





Es un viaje corto



Es un viaje corto aunque en ese limitado trazado se encuentra un mundo. El blanco de los almendros, el verde de las hojas, el colorido infinito de las flores que adornan el camino. Avanzo junto al incesante trino de las aves que hablan de un primavera que esta al caer. Recorro una senda que se asemeja a otro lugar, a otra posición en esta esfera llena de maravillas y a veces unas ocas escandalosas me dan los buenos días. Un pequeño conejo me espera siempre en la tercera curva y puedo ver claramente cómo mueve sus pequeños bigotes a modo de saludo. Algunas mañana también me encuentro con el halcón, el mismo que sobrevuela el cielo sin necesidad de batir sus enormes alas, y sus maneras me reconfortan. Es un viaje corto, muy corto en una escala temporal de segundos, minutos y horas. Demasiado corto para lo que estamos acostumbrados aunque para mí es eterno. Es el momento dónde el movimiento se detiene, el tiempo no existe y la melodía lo invade todo. Es la respiración pausada, el movimiento sabido y la sonrisa al despertar. Es lo más parecido a un viaje estelar, es la última frontera y la primera y es lo consecuente en un estado de paz sin igual. Me muevo y a la vez estoy en reposo y calmado sigo sin percibir el evidente cambio. Puede parecer que nada cambia, puede hasta creerse que nada se mueve, ni yo mismo pero la verdad es que la transformación es manifiesta. La luz, las flores, las hijas, las aves y hasta las nubes hablan de una estación que esta llegando con toda su fuerza. El Sol lo afirma y las noches claras ya no son tan frías. Los animales lo saben, la flora lo sabe y yo, yo sigo en calma envuelto en una melodía que no me cansa ni me duerme. Mis pies y mis manos siguen haciendo de lo suyo a pesar que mi cerebro no esta allí, esta afuera, esta entre todos ellos a la vera de un nuevo día que me acoge y me reconforta. El olor es intenso, tanto o más que el color y de manos de su envolvente abrigo, me dejo llevar. Mañanas, tardes y noches hacen de esta senda un lugar sin igual, lo hacen sus maravillas, sus estampas de naturaleza viva y unos ojos que nunca se cansan de sentir.

Así es mi camino.





"La Felicidad es interior no exterior; por lo tanto no depende de lo que tenemos sino de lo que somos"
(Henry Van Dyke)


"Algunas personas escuchan su propia voz interior con toda claridad y actúan de acuerdo a ella. Esta clase de gente... enloquece o se convierte en leyenda"
(Anónimo)




Si la vida es agua (video)








La leyenda no cuenta



Cuenta la leyenda que en el lejano bosque de Lhas Maoon vivía un ser escurridizo. Un ser que nadie conseguía ver y que deambulaba entre árboles al silencio de sus pasos. Las Danmas Maoon le consentían y celebraban su compañía, siempre discreta, siempre querida. Su sola presencia lo hacía célebre y sus actos eran el pasatiempo preferido de los otros seres que, junto a él, moraban en el bosque. Su nombre, Dindíndalo. Su sangre, enraizada con la savia del bosque, es eterna...

Cuenta la leyenda que la Familia Roddif tuvo que huir de sus tierras y posesiones tras una revuelta de la nobleza encabezada por su archienemiga Familia Doglio. Tuvieron que escapar y después de mucho andar llegaron a los límites del bosque. El mismo lejano bosque de Lhas Maoon. No osaron entrar, por miedo, por desconfianza, quién sabe. Una mañana, el joven hijo de la familia descansaba en un lago cercano al campamento. El agua fresca era un auténtico espejo natural y Basdo, este era su nombre, no pudo resistirse y vanidoso cómo era, se miró en el agua. Por casualidades del azar, Dindíndalo, había dormido en el límite sur del bosque, justo dónde crecía el lago y justo dónde el joven Basdo y su desterrada familia, habían acampado. Tan pronto se desperezó y posó sus ojos en el joven, se enamoró. Su latido se aceleró ante los pensamientos de deseo y pasión que despertaban en su ser, recordemos, ser escurridizo y eterno. Dindíndalo perdió la cabeza por Basdo. Por amor ciego se entregó a él y renunció a su amado Lhas Maoon. Le ayudó a recuperar sus tierras y expulsar a la Familia Doglio y a sus cómplices. Acrecentó su poder más allá de los límites originales, sofocó rebeliones y mientras, el ávido de poder de Basdo, aprovechó e instauró un nuevo y más férreo régimen. Su ambición estaba sobredimensionada con el poder que confería Dindíndalo entre los humanos. Su fuerza era descomunal y era invencible ante cualquier ataque. Hacía lo que le pedía el ahora Rey Basdo. Su ser, antes tan escurridizo y ahora tan tangible, sólo vivía para y por su amado. Le deseaba y nada más le importaba, Dindíndalo siempre salía de Palacio entristecido por su marcha hacía el campo de batalla mientras que el Rey se sentía satisfecho por su ausencia. Y así se lo hizo saber a la vuelta de una sus contiendas. La bonita historia de amor entre un hombre y un ser del bosque se había terminado, no había vuelta atrás. Apenado volvió a su tierra y a su paso vio la destrucción y el odio que él mismo había generado en este tiempo. No se podía creer todo el daño que sus actos habían inferido y así fue que sus lágrimas le abrigaron día y noche durante muchos días. Su alma se rompió al llegar a su casa. El bosque estaba talado. El Rey lo había perpetrado a sus espaldas. Le dolió pensar en ello. Buscó su lugar preferido en el bosque pero solo encontró un mar de troncos talados y arrancados de raíz. Dónde creyó ser su lugar se acostó y durmió. Dindíndalo durmió durante doscientos años y al despertar, bajo toneladas de tierra que habían formado una hermosa loma de suaves lineas, se encontró en un hermoso bosque de altos y centenarios árboles. Las Danmas Maoon estaban de vuelta y se mostraban felices de encontrarlo. Sus días no habían cambiado y Dindíndalo se conmovió ante sus atenciones. Todo era cómo antes y no osó a preguntar. Así pasaron cien años más y Dindíndalo vivió muchas cosas y junto a las Danmas Maoon y otros seres del bosque, creció y se fortaleció aún más. Siguió creciendo y poco a poco se hizo menos escurridizo y más cauteloso.

Cuenta la leyenda que finalmente sus recuerdos sin tiempo se acabaron fundiendo en las copas de los árboles entre el verde mar y al abrigo cielo.

Dindíndalo sigue en algún lugar que...





Recomendaciones en letra pequeña



Suena el pasodoble y no sé si es la emoción por oírlo o las altas dosis de alcohol en sangre pero ahora mismo me encuentro brincando muy lejos de mi alma. Todo esto es surrealista, hasta lisérgico podría decir aunque en este caso no me atreveré. Lo dicho, todo muy surrealista, cómo inmerso en algún cuadro cubista del bueno de Dalí y sin voluntad, a lo mucho un brinco entre nubes de mariposas y cielos color turquesa. No sé si es mi estado o el lugar pero el pasodoble se ha difuminado y aunque ahora las ondas vibren a sintetizador, con Stylo se puede ir a todas partes. Con Melancholy se puede rodear un Universo. Me veo abocado sin remedio, con ligera pausa y mucha onda a un estado sin forma ni materia. Los altos niveles de la sustancia que ahora mismo recorre mi sangre y activa mis neuronas me esta provocando más de lo indecible. Parece que escribo pero no estoy seguro, todo aparece en una hiperrealidad sonora que funde los contornos y diluye la base. Es algo ajeno por naturaleza pero sumamente confortable para un viajero sin dinero ni frente. Estos momentos, si son ciertos, son de un simpleza total, no se asemejan a pensamiento ni acción, son más bien el arco que conforma la cúpula de una frontera, tu última frontera. De repente un negro da un grito sonoro y consistente que pone en orden lo que por esencia es caos, extraña manera de salir del turquesa y entrar en el ámbar. Ahora que lo pienso, si pensar es imprescindible, que lejos queda aquel pasodoble que debido a la emoción o a las altas dosis de alcohol en sangre me ha hecho brincar. A cada nota más alto o más bajo según se quiera mirar, a cada compás, una pirueta y así los cielos colores han amanecido. Con Stylo. Y aunque suene extraño, desde este punto la ciudad, ese lugar de personas perseverantes y nada díscolas, se dibuja en un hipotético horizonte. Parece que el camino llega a su final. Me siento más pesado y escucho un trino lejano, de la misma especie que mora cerca de mi morada. Definitivamente estoy volviendo. En mi mente todo converge, ahora la hiperrealidad es máxima. Ya llego. Mis manos recuperan su fuerza y mis ojos vuelven a su estado natural, es el más claro síntoma que mi llegada ya ha sido anunciada en la Terminal 3, viajes no programados. Me enciendo un cigarro. La primera calada me devuelve a una realidad conocida y desconocida por partes iguales y compruebo cómo este cielo de ahora no es turquesa ni ámbar, es amarillo y azul, es calma y paz. Le doy otra calada al cigarro y al momento una voz me dice, bienvenido y gracias por utilizar la Terminal 3, viajes no programados. Al girarme los ojos casi se me caen de sus cuencas, me esta hablando un elefante, una elefante para ser exactos, su blusa, su falda, en definitiva su uniforme, con gorrito incluido, la delatan claramente, es una azafata de vuelo. Gracias, es lo único que consigo responder, chico, se nota que no eres de la ciudad, los de aquí no son tan educados y por supuesto no visten cómo tú. Ante mi silencio la elefante me indica que siga la flecha verde que me llevará a la salida. Gracias, consigo decir de nuevo antes de que ella desaparezca tras entrar en el baño.

Estoy en la cocina, tengo un cigarro a medio consumir, un café aún caliente, un pijama arrugado y una cara de no entender nada que debe ser digna de mención y mofa. Ahora mismo no sé nada de Stylo ni Melancholy y me siento aturdido por la situación vivida, una elefante, no me lo puedo creer. ¿Y dónde esta esa flecha verde?

Miro por la ventana y el cielo es ámbar.

Doy la última calada al cigarro. Y un sorbo al café aún caliente.

 

 


Se recomienda
leer la letra pequeña
antes de embarcar.




Certeza natural



Sacada de su medio natural se sentía torpe. Nunca hubiese pensado que haría tantas cosas que un día antes se había prometido no hacer. Esta circunstancia le había pasado miles de veces y confiaba que la próxima vez que ocurriera por fin conseguiría poner de acuerdo a su pensamiento y a sus acciones. Le costaba ir a contracorriente y más si esta corriente era ella misma. Sentía que había pisoteado demasiados principios, demasiadas normas que la mantenían a flote a pesar de sentirse siempre a la deriva. No es que no estuviese bien consigo misma, era más bien una cuestión de evolución propia mal definida. Pensaba que de más joven seguiría una senda más o menos definida en su interior pero el tiempo le había demostrado que las cosas no siempre eran cómo una las piensa. Algunos de los principios más fundamentales habían sido modificado de tal manera que le costaba recordar cuales habían sido en realidad. El tiempo y más concretamente su corazón le habían enseñado que nada es cómo parece ser, que a veces las cuestiones y los sentimientos cambian, no tanto por su voluntad, sino más bien por una cuestión que se asemeja a la supervivencia. Todas estas cosas la lleva a pensar en sus relaciones pasadas, en Lucas sobretodo, un simpático joven que le hizo pasar los dos años y medio más felices de su vida. Al final él también desapareció de su vida y aunque ella lo ha seguido recordando con amor, siempre ha sabido que separarse fue la mejor solución para lo que les estaba sucediendo. Habían pasado los años y alguna que otra relación aunque ella no conseguía olvidar aquellos buenos momentos, el descubrimiento del amor, el placer de mujer, sus caricias y mimos y sobretodo su voz, no podía olvidar esa voz que la reconfortaba y que le transmitía una paz que se aposentaba en su misma alma. Todas las circunstancias que le acompañaron después de esta bonita relación le llevaron a pensar en una máxima que se repetía en su vida, sacada de su medio natural se sentía torpe. Se preguntaba a menudo cual era su medio natural, simplemente se respondía, la vida. Era una mujer práctica y sobradamente inteligente para ocuparse de los asuntos cotidianos de su vida y trabajo aunque si el tema a tratar era su corazón, las cosas cambiaban, adquiría un tinte diferente y todo se volvía confuso y extremadamente sensible.

Se sentía torpe, no podía resolver esta certeza...

… cuando no era su medio natural.



Si la vida es agua



Uno nunca sabe que momentos se quedan grabados en su mente. La mente y más concretamente la memoria parecen regirse por unas leyes del todo aleatorias. Están sujetas a cambios constantes y sus resultados son del todo imprevisibles. A veces es sorprendente la de detalles que puedes recordar después de años y sobretodo la sensación que viene asociada a esa visión mental. Toda esta explicación se produce por una visión. Un niño sentado en un antiquísimo pupitre mirando a través de una gran abertura en la pared de madera y contemplando la lluvia mientras su profesor esta dando la lección. Sus ojos están perdidos entre el sonido insistente del agua y la atmósfera húmeda que impregna la clase. No es capaz de escuchar todo lo que pasa a su alrededor, esta mirando a la lluvia y su mente sigue sumergida. En su fuero interno desea una cosa más que nada en el mundo, quiere salir y empaparse del agua que cae con fuerza. No siente ni frío ni calor, no sabe si va vestido o desnudo, tan sólo mira el agua mientras sus cinco sentidos se fusionan en la dulce melodía en forma de lluvia. Es un niño solamente y no es la primera vez que le pasa pero desde que llegó a esa escuela, ya hace tres semanas, las cosas no siempre han ido bien. Ahora el agua le ayuda, le recuerda a su antigua casa, a sus antiguos amigos y a su antigua vida. Mira el agua caer y siente que es él mismo quién cae también. Esta sumergido en esta visión y su mente vaga en una calma permanente. Todo el tiempo ha estado ausente aunque hay que decir que nadie ha prestado atención a este niño que mira fijamente la lluvia sin saber exactamente porqué. El niño ahora no es consciente de la magnitud de su visión, que lo embarga y lo mantiene suspendido en un estado de conciencia expandida, es una de sus primeras experiencias con el agua. Cabe decir que el día para el niño siguió cómo cualquier día lectivo de un niño en una escuela rural. No le dio importancia cómo no le dio importancia a lo que el profesor estaba explicando en esos momentos pero curiosidades de la mente y más concretamente de la memoria, de una cosa se acuerda y de otra no. La lección del profesor ha caído en el olvido mientras la otra, el agua, la sigue viviendo cómo una realidad propia.



uno nunca sabe cuanta agua
es capaz de vivir.


Jaime Sabines







UNO ES EL HOMBRE



Uno es el hombre.
Uno no sabe nada de esas cosas
que los poetas, los ciegos, las rameras,
llaman "misterio", temen y lamentan.
Uno nació desnudo, sucio,
en la humedad directa,
y no bebió metáforas de leche,
y no vivió sino en la tierra
(la tierra que es la tierra y es el cielo
como la rosa, rosa pero piedra).

Uno apenas es una cosa cierta
que se deja vivir, morir apenas,
y olvida cada instante, de tal modo
que cada instante nuevo, lo sorprenda.

Uno es algo que vive
algo que busca pero encuentra,
algo como hombre o como Dios o yerba
que en el duro saber lo de este mundo
halla el milagro en actitud primera.

Fácil el tiempo ya, fácil la muerte,
fácil y rigurosa y verdadera
toda intención de amor que nos habita
y toda soledad que nos perpetra.
Aquí está todo, aquí. Y el corazón aprende
—alegría y dolor— toda presencia;
el corazón constante, equilibrado y bueno,
se vacía y se llena.

Uno es el hombre que anda por la tierra
y descubre la luz y dice: es buena,
la realiza en los ojos y la entrega
a la rama del árbol, al río, a la ciudad
al sueño, a la esperanza y a la espera.

Uno es ese destino que penetra
la piel de Dios a veces,
y se confunde en todo y se dispersa.

Uno es el agua de la sed que tiene,
el silencio que calla nuestra lengua,
el pan, la sal, y la amorosa urgencia
de aire movido en cada célula.

Uno es el hombre —lo han llamado hombre—
que lo ve todo abierto, y calla, y entra.
De: Otro recuento de poemas