Mis palabras cómo muchas cosas en mi vida tienen un tiempo y esta simple afirmación me recuerda a la máxima que hay un tiempo para todo y todo tiene un tiempo. Desde hace mucho siento que dentro de mí hay palabras para todos los tiempos que vivo y disfruto de una manera u otra aunque sólo desde hace poco he sido capaz de encauzarlas. Siento que en mi interior existe un rebosante mar de palabras que hablan de mí, que definen mis sensaciones y mis sentimientos y que me descubren sin darme cuenta de ello. La fuerza que mueve y que genera este mar son las mismas palabras que lo forman y que a cada experiencia vivida y comprendida se llena de nuevas palabras que le confieren esta bravura y este color tan particular. He de confesar que hay partes de este mar que permanecen en calma, que ninguna de las múltiples tormentas que han azotado este inmenso mar ha podido alterar y esto es debido a su misma esencia. Es un lugar de palabras especiales, palabras que significan mucho más que el sentido literal de las mismas y que son mucho más grandes que su simple grafía. Son palabras que nada las mueve y que nada las altera, en definitiva, son las palabras que un día dije y que siempre serán dentro de mí. Ya no pretendo navegar cómo antaño sobre este mar, lo que ahora pretendo es sumergirme y ahogarme literalmente entre esta sopa primigenia de palabras y dejarme llevar dónde ella me quiera llevar, sin pensar, sin necesidad de entender, tan sólo sintiendo cómo me embriago de ellas.
Mis palabras cómo muchas cosas en mi vida tienen un tiempo y tienen un significado que nunca he podido acotar ni interpretar literalmente y esto es fundamentalmente así porque mis palabras nacen y viven en un mar dónde cada una de ellas es diferente y en su singularidad radica su fuerza.
Mis palabras son agua y cómo agua salen de mi interior.
Y al final todo se reduce a esto...
… a ser agua, a ser sólo agua sin tiempo.
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