Hace poco leí que el Destino de cada uno de nosotros reside en nuestro pasado. Una afirmación un tanto sorprendente pero nada carente de lógica si en estos temas existe algo de ello. La leí sumido en otros pensamientos, en otras cosas fuera de la lógica y me pareció que en un primer momento no había quedado grabado nada de todo ello en mí pero cual fue mi sorpresa cuando poco después aparecieron estas palabras y se empezaron a repetir una y otra vez en mi pensamiento. Me preguntaba porque aquellas palabras se habían quedado atrapadas en mi mente, que querían decirme más allá de su significado obvio y sobretodo porque la palabra Destino hacía tanta mella en mí. Una fuerte necesidad me hizo escribir sobre todo ello e hizo pasarme noches enteras deshilando sentido a aquellas palabras que no me las podía sacar de la cabeza. Los folios se sucedían y nada en claro sacaba, las leía y releía pero nada dilucidaba, nada concluyente, nada que no fuese un mero avance superficial. Mi mente no quería dejar aquella empresa e insistía en forzarme en busca de algo que yo no sabía aún que existía. Hasta bien entrada la segunda semana mi pensamiento no empezó a cambiar. Aquellas palabras que acudían a mí cuando menos me lo esperaba y eran las causantes de mi prolongado insomnio fueron mostrándome poco a poco otros significados, otras comprensiones que antes no hubiese podido alcanzar a descubrir. Esas palabras actuaban a modo de letanía y estaban haciendo que mi pensamiento y a la fuerza mi acción, cambiasen. Mi mundo interior estaba en plena ebullición y la mecha que había prendido todo aquello no había sido otra cosa que las palabras que un día leí en alguna parte. Unas letras cómo otras cualquiera pero que en mí estaban revolucionando mi estado que ya de por sí era bastante caótico. En todo este tiempo me dejé llevar por las sensaciones que recorrían mi cuerpo, por los pensamientos que asaltaban mi mente y por las acciones que se iniciaban en mi cuerpo. Podría decir que fue un pensamiento que generó un estado, ese estado influyó mi materia y finalmente la materia me transformó sin cesar. Me pregunté a menudo si este proceso no sería un desequilibrio mío causado por otra situación imprevista y desconocida pero no encontré causa razonable para explicarme los continuos cambios que se daban en mí. Aquellas simple palabras leídas sin mucha atención habían puesto en marcha un mecanismo dentro de mí del que hasta yo mismo era ajeno y por lo tanto desconocía su existencia. Había buscado de nuevo aquellas palabras y nos la había podido encontrar. Las hubiese querido volver a leer aunque sabía perfectamente que en mi mente ellas seguían grabadas, seguían viviendo y transformándome. A veces estas palabras se alargaban y perdían su forma hasta convertirse en otras palabras o en otras formas o en otras cosas y por todo esto, al final, mi mente ya no era mi mente, así cómo las palabras tampoco lo eran. Una manera diferente de sentir, de pensar, en definitiva, de vivir en tiempos convulsos.
El Destino de cada uno de nosotros reside en nuestro pasado... Yo pienso que el Destino es atemporal, es algo que siempre llevamos encima y es sumamente ligero pues cambia a cada paso, a cada instante, a cada suspiro que sin darnos cuenta, damos.
Es un hermoso caos armónico.
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