En esta mañana por andar
y con este Sol que me empieza a saludar
me dispongo a relatar
otra historia para imaginar.
Un mago atraviesa reinos diferentes
y se interesa por el hacer de sus gentes
atento escucha a todos los presentes
y siempre descubre saberes sorprendentes.
Una noche de cálido verano
de esas que amanecen temprano
mientras recorre un reino muy lejano
ve a alguien señalando que agita la mano.
Desciende rápido sin pensar
y acude allí por si puede ayudar
su sorpresa es enorme al aterrizar
y de la fuerte impresión se queda sin poder hablar.
Finalmente el mago se decide ya más calmado
a preguntar que quería cuando agitaba la mano
y el otro que sabe la respuesta de antemano
le responde que lo ha hecho porque es su hermano.
Observa callado y sorprendido
lo que para él no tiene ningún sentido
y siente cómo se acelera su latido
y se pregunta de dónde habrá salido.
Nada dice y nada hace el de la señal
que sigue mirando la reacción de su igual
a simple vista parece un encuentro desigual
aunque la verdad es que son tal para cual.
Varias lunas han pasado desde ese día
descubriendo el uno en el otro otra sabiduría
y compartiendo todo en completa alegría
y sin el menor atisbo de grosería.
Más lunas y más estaciones
y los dos siguen con sus confesiones
ríen iguales en muchas ocasiones
y ahora en todo encuentran soluciones.
El mago errante dejo de viajar
para con su sangre reposar
y el mago solitario aprendió a renunciar
a su exclusivo espacio y empezó a amar.
No sé sabe con certeza la veracidad
de esta historia de mágica hermandad
pero que dos se llenen de complicidad
siempre es un buen síntoma de felicidad.
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