El viento azota el cielo sin piedad. Lo lleva haciendo todo el día y ni las nubes ni las aves han podido discurrir con su habitual naturalidad a la hora de cruzar este cielo que permanece azul e intenso cómo mandan los cánones del Verano. El día de hoy es ventoso, es uno de esos magníficos días dónde es perfecta la práctica de deportes relacionados con el viento y su fuerza, es un día de esos dónde el mar y el cielo se funden por la fuerza descomunal del viento. Algunos le darán nombre al viento y a su fuerza, la catalogarán, la encuadrarán y la etiquetarán cómo a cualquier otro objeto que para ellos necesita ser nombrado, catalogado, encuadrado y etiquetado pero no para nosotros. Nosotros preferimos disfrutar del viento por ser viento, sin más, a nosotros nos gusta sentirnos acariciados por él y dejarnos llevar allá dónde nos quiera llevar. Somos cómo hojas de un bosque en los meses de Otoño que son llevadas sin más esfuerzo que el dejarse llevar a merced de algo superior que las mueve sin oponer resistencia. Hoy hace viento y nos recuerda más cosas de las que podemos recordar pues el viento nos da y nos quita en una perfecta medida que nos equilibra más que cualquier otra cosa en este vasto mundo. Nos gusta los días cómo hoy. Nos gusta el viento y lo que nos provoca, nos gusta sentirnos tan frágiles y tan desamparados cómo podemos sentirnos. Son sensaciones raras las que nos invaden pero aún así sabemos que nada malo nos pasará. El viento nos transporta a un lugar lejano y conocido, viaja y nos hace viajar en esta esfera que es nuestro hogar sin pedirnos nada, sin ofrecernos nada y sin más importancia que la que tiene para nosotros. Hoy hemos salido en busca de él y antes de poderlo encontrar, él ya lo ha hecho. Parece que nos esperaba o eso al menos nos gusta pensar pues tenemos la firme creencia que en volandas de él es cómo mejor nos sentimos y vivimos.
Hoy hace viento.
Y nos gusta el viento.
Pues somos viento...
… desde tiempos inmemoriales.
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