Daro
Kasai es un oficinista como cualquier otro de los millones que hay en
Tokio. Hace el mismo trabajo que todos, come igual que todos y vive
en un lugar que es igual al de todos. Soy un diminuta pieza en este
gran engranaje, piensa Daro Kasai con la frustración dibujada en su
arrugas. No tiene ni cuarenta años y aparenta diez más, su salud ha
sufrido grandes altibajos en los últimos tiempos y ahora parece que
sea tarde para ciertas cosas. En su juventud, cuando practicaba
deporte de alta competición su salud era lo primero pero pasaron
los años y dejo de pensar en ella, ahora se arrepiente. Se
arrepiente de no haberse marchado con Midori Nakata, el único amor
que verdaderamente ha conocido. Se arrepiente de no haber sido más
valiente y habérsela arrebatado a Nabuto Norei, su primo,
pretendiente, novio y finalmente marido y padre de los hijos e hijas
de Midori Nakata. Se arrepiente de no haber escuchado a su abuelo, de
haber menospreciado sus palabras y de haber perdido el tiempo en
nimiedades en lugar de sacar algún provecho de él. Se arrepiente de
tantas cosas que prefiere solo pensar en estas cosas tres días a la
semana, los demás días se lo ha prohibido. El deporte en su
juventud le confirió a Daro Kasai una resistencia a nivel mental del
todo admirable, su cuerpo no era el mismo pero su voluntad férrea
sí. Decidió ponerle freno a su frustración porque estaba
convencido que ésta iba a apoderarse de su vida aunque la suya fuese
una existencia fútil. En el pasado Daro Kasai había dejado pasar
tres ascensos dentro de su empresa y ahora lo lamentaba, creyó que
el reconocimiento vendría como fruto a su labor diaria pero no fue
así, la dirección siempre miraba hacía muchos sitios y nunca veía
nada y esto le creó mucha frustración. Daro Kasai es un oficinista
como cualquier otro y podría dar otros pasos pero no puede, le
atenaza un invisible miedo que lo condiciona hasta la inactividad
diaria. Soy un diminuta pieza en este gran engranaje, piensa Daro
Kasai con la frustración dibujada en su mirada clavada en el suelo.
Su lacio pelo le cae sobre la cara y la lluvia no ayuda nada en su
vuelta a casa. Una vez entra en ella. Koro, su siamés de dos años e
hijo de su bienamada Kokoro, maúlla a modo de bienvenida. Koro es
atigresado, de suave pelaje y de color gris ceniza, sus ojos son
filones de hielo aunque su temperamento es dulce. Individual como
todo gato, solitario como su dueño.
Daro
Kasai es un oficinista, ni más ni menos. Y tiene un gato. Koro.
Qué vida más triste¡
ResponderEliminarA este pobre, le hace falta aprender a bailar unas rumbitas...
SON, SON¡ PARA QUE TU LAS BAILES, SON SON, PARA CANTARLAS AL VIENTO...
BSS, DESDE EL LEJANO, NO ORIENTE
La verdad es que sí Mar...
Eliminar... aunque hay una esperanza, un solo momento ESPECIAL bien vale una vida entera, ¿no crees?
Le diré a Daro que pase a verte con Koro, a ver si los mininos se entienden :))
Besos en forma de estrella
Una vida normal como la de cualquier otra persona que no encuentra motivaciones en lo personal.
ResponderEliminarMuchas veces la vida transcurre plana sin sin modificaciones y se se cae en esa falta de autoestima que te induce a la soledad total.
Un placer leerte, te dejo un abrazo.
*´¨)
¸.•´¸.•*´¨) ¸.•*¨)
(¸.•´ (¸.•` Buen fin de Semana!
A veces la Vida no se escribe... SE VIVE!!!
EliminarLe preguntaré a Daro sobre su pasado, seguro que no es tan normal como parece. Cuando alguien le pone a su primer gato Kokoro parece que sabe de lo que habla...
El placer es mío...
Abrazos desde aquí arriba
El miedo nos hace perder la mayor parte de la vida...
ResponderEliminarPero tampoco se puede estar uno lamentando de todo lo que podía haber sido y no fue... Quizá todo suceda por una razón.
Un beso.
"El miedo nos hace perder la mayor parte de la vida..."
Eliminar... y no mirar las estrellas y no oler las flores del campo y no ver ningún amanecer y no saber de un amigo y...
Gracias Misterio por este y otros comentarios...
Besos sin miedo y con azúcar