Ayer me fui. Me fui muy lejos, allá dónde los planetas giran y dan vueltas sin ton ni son. Un lugar que se asemeja más a un estado psicotrópico que a una realidad manifiesta y me dí cuenta que cuanto más avanzaba más vidas quemaba, las vidas giraban y ardían, una tras otra, nacimiento, crecimiento y muerte en una rápida sucesión de sucesos, una y otra vez. Finalmente llegué al lugar dónde los planetas giraban, al principio pensé que ya nada me sorprendería pero me equivoqué, vaya sorpresa. Sin darme cuenta ya volteaba alrededor de un sinfín de planetas que no paraban de hacer lo que estaban haciendo. En ellos el movimiento era natural mientras que yo resultaba torpe. Poco a poco mis vueltas se parecían más a las suyas hasta que una estrella cruzó, una estrella con tu nombre. Mi atención atomizada se evaporó y seguí a la estrella, la misma que llevaba tu nombre. Volví, tras ella, a cruzar lugares y estados y de nuevo volví a quemar vidas. Aunque suene raro en ningún momento me sentí absurdo, todo lo contrario, seguir a aquella estrella me estaba haciendo entender y comprender el movimiento que emana de todo lo que es visible y de lo que no lo es. La seguí y el movimiento estelar hizo agradables estragos en mi forma y mi estado.
Adónde me llevas, le grité pero la estrella no respondió.
Al final llegamos a un lugar sin viento, a un estado sin fricciones.
Ayer me fui.
Me fui muy lejos.
Mucho más lejos de dónde los planetas giran y dan vueltas sin ton ni son y aunque suene raro...
… en ningún momento me sentí absurdo.