Sabía que iba a ser un día diferente aunque había cosas que no iban a cambiar por mucho tiempo que pasase. El Sol de primera hora y un mar en calma me saludaban cómo casi cada mañana y con una sonrisa intentaba devolver un poco de todo lo que me aportaban. Mi cuerpo dejaba de pesar a cada paso que daba en aquella arena fina que aún guardaba parte del frescor de una atípica noche de agosto. El agua acariciaba mis pies en vez de salpicarme y su temperatura ideal hacía que la caminata se estuviese convirtiendo en una delicia para los sentidos. Ahora ya nadie se cruzaba conmigo mientras seguía caminando por una senda que parecía que sólo yo podía ver. Mientras avanzaba por la orilla sentía que cada huella que dejaba en la fina arena era algo más que una inequívoca señal de mi paso, sentía que en el milimétrico grosor de cada una de ellas dejaba algo más que mi presencia y sentía cómo me envolvía una inmensa sensación de ligereza que me elevaba por momentos. Sabía que iba a ser un día diferente pero no me esperaba tanto. Me acordé en esos momentos de un proverbio de Confuncio y supe que estaba en una de las sendas que marcan sus palabras a pesar de no saber lo suficiente sobre temas de esta índole. Caminaba por una playa desierta rodeada de dunas y las aves eran las únicas que se percataban de mi presencia. Nada perturbaba mi paz que se prolongaba mucho más allá de cada paso mientras mi huella la borraba el Mar con experta diligencia. Sabía que podía caminar con los ojos cerrados sin temor a nada y lo sabía porque lo sentía mientras mis ojos se habían convertido en algo más que un simple órgano. Eran los receptores principales de una sensación que superaba el entendimiento y que anidaba en lo profundo de mi ser. No era amor lo que sentía era algo más. Era una sensación dónde los deseos, las pasiones y las esperanzas se desvanecían en pro de esta excelsa sensación. Para mí no era extraño sentir aquella poderosa sensación tan sólo que aquel día todo sucedía de un modo diferente. Más intensamente, más profundamente y cómo tal, sólo podía sentirla, tan sólo podía vivirla sin sentir nada más.
Simplemente la viví.
Aquellos que piensan que transcender la propia existencia es un mito humano son también aquellos que piensan que el hombre es malo por naturaleza.
Cuatro letras. Dos sílabas. Una fuente.
VIDA.
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