Suena el cajón...
y a la luz de una hoguera callejera suenan palmas, muchas palmas, tantas que parece que la alegría haya cobrado vida. Cerca del fuego un grupo de personas jalea a una niña que baila con el sentimiento y el arte de su pueblo. El ritmo de las palmas se acelera por momentos y la niña zapatea con fuerza el suelo moviendo a la vez sus delgados brazos al son de esta música que la hipnotiza y que la hace bailar cómo la más grande entre las grandes. Esta niña tiene arte y también duende que dirían la mayoría de los presentes.
Suena el cajón...
y el sonido envolvente de la percusión y acompañado de las palmas que se aprenden hace que los presentes se diviertan cómo siempre. La hoguera les da la excusa perfecta para salir a la noche, saben que no les dará calor pero por lo menos alumbrará y para ellos esto ya esta bien. El grupo de personas se hace más grande por momentos, aparecen más sillas, más palmas y más niñas. Todos los nuevos han llegado siguiendo la luz de la hoguera y en busca del abrigo de los que nada tienen y padecen cómo ellos y aún así sonríen, siempre sonríen al son de unas palmas que nunca han dejado de sonar.
Suena el cajón...
y la niña sigue bailando infatigable cómo si esta nocturna danza fuese para ella lo más importante en su corta vida, baila para sus adentros y por eso baila tan bien y las palmas acompañan y el cajón envuelve. Entonces aparece la voz, el canto de una de las mujeres mayores irrumpe con la fuerza de quién se sabe conocedora de noches cómo esta, de noches dónde las palmas llegaron a resonar en el cielo y de noches dónde niñas anónimas empezaban a forjar su leyenda en el frío suelo de una calle. Sólo cabe decir en estos momentos que todos los que quieren estar, están y los que no han llegado aún, es seguro que no llegarán y todos saben esto aunque a nadie le importa mucho.
Suena el cajón...
y ya casi es de día y sólo unos pocos permanecen junto a la pequeña hoguera que quema más por costumbre que por voluntad. Ahora ya no canta ninguna mujer y ninguna niña baila con sentimiento y arte cerca del fuego. Ahora muchos duermen y descansan mientras que hay unos pocos que siguen aquí reunidos. Siguen alentando la tradición y el buen hacer y siguen fieles a esta maratón que no acaba hasta que el cajón deja de sonar aunque por aquí y por lo que parece...
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