Ahora es el momento



El agua caliente dicen que siempre ayuda y por eso me decido a darme un buen baño. Mientras el agua cae sobre mi cabeza siento cómo recorre todo mi cuerpo una agradable sensación, una sensación que me dice que estoy bien conmigo mismo, una sensación que no había tenido desde hacía mucho tiempo. Es verdad que hace mucho que no tengo buenas sensaciones en nada de lo que hago. Principalmente no me gusta cómo soy, no me gusta dónde vivo, no me gusta mi miserable trabajo y no me gusta esta triste ciudad que parece que me tiene atrapado en sus calles. El baño me ha sentado bien y me ha relajado aunque sé que no estaré totalmente tranquilo hasta que no me tome las pastillas que he traído. Salgo del baño y me dirijo a la nevera. Me decido por mi cerveza preferida de la docena de marcas que llenan la nevera. Sólo tengo cerveza porque ahora sólo me apetece beber cerveza. Hasta llegar aquí he descartado muchas cosas pero la cerveza ha sido imposible. En el transcurso de mis mal llevados años sólo he sido fiel a una sola cosa, la cerveza, por eso ahora la nevera de esta habitación de alquiler esta llena de marcas de cerveza que han representado algo importante en mi vida. Cada marca pertenece a un tiempo y el tiempo que representa es un motivo de alegría en mi vida. Por eso sólo hay doce. Doce alegría en una vida. Pésimo bagaje visto de esta manera. Le doy el primer trago a la cerveza y la encuentro perfecta, esta muy fría, cómo a mí me gusta y es una sorpresa porque juzgando cómo esta la deteriorada nevera nadie diría que enfría tan bien. Por lo menos yo no me lo esperaba aunque me alegro que haya sido así y sobretodo que me haya pasado en este día tan especial para mí. Dos tragos más y me tumbo en el sofá. Me acomodo y miro las pastillas. Dos tragos más y me enciendo un cigarro. Me acuerdo de algo y lo busco en los bolsillos de mi chaqueta. Aquí esta. Me vuelvo al sofá y observo mis manos que sostienen lo que acabo de recoger. Me tomo tres pastillas y le doy un largo trago a la cerveza. Me la acabo y voy a buscarme otra. Esta vez elijo una de importación, es una cerveza que hace años descubrí en unos viajes que hice junto a un amigo escandinavo. Vuelvo al sofá y abro la cerveza. Dos tragos más y dos pastillas más. Recojo lo que he sacado del bolsillo de la chaqueta y le saco su envoltorio transparente. Ahora la tengo entre mis manos. Es preciosa, es una de las cosas que soñé que un día tendría y hoy ese día ha llegado. Ahora es el momento. Lo despliego y admiro sus detalles, son numerosos y se nota que están trabajados de una modo minucioso. Por esto mismo la he comprado porque era la más bonita que he encontrado en la tienda esta mañana. Dos tragos más y otra pastilla. Creo que ya no me tomaré ninguna más porque me están empezando afectar y en lugar de convertirse en una ayuda van acabar siendo un inconveniente. Me siento en el sofá, me arremango la manga del albornoz y extiendo mi brazo izquierdo sobre la mesilla del salón. Lo miro extrañado, me parece ajeno, me parece que no sea mío pero igualmente cierro el puño y veo cómo las arterias se marcan sobre la piel del antebrazo. Esta claro que debo hacer. Sin pensármelo, me clavo la cuchilla de barbero en medio de la muñeca y con mucho dolor y con la sangre saliendo de la herida a borbotones empiezo a subirla mientras me voy rajando. Me he cortado hasta el codo y me extraña que aún esté consciente y también es extraño que no sienta nada, es cómo si estuviese en un lugar muy lejano y me hallase en medio de una plena calma. Estiro mi brazo y cojo la cerveza. Le doy un largo trago hasta acabármela. Mi última cerveza, ha estado bien. Me estiró de nuevo en el sofá y espero a que llegue lo inevitable. Me doy cuenta que ya no siento el brazo que me he rajado hace sólo un momento. La cabeza me empieza a dar vueltas y lo veo todo borroso. Cada vez más siento que me encuentro lejos, cada vez me siento más y más lejos, estoy lejos, muy lejos, estoy muy le...



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