No podía acabar de entender cómo era posible que aquellas palabras que estaba leyendo hablasen tan claramente de mí. Y no sólo las palabras sino también lo que se podía deducir de ellas y lo que se intuía dentro de ellas. No eran palabras confusas y no eran palabras de difícil comprensión. No eran palabras que formasen frases cerradas ni significados absolutos, para mí eran más bien cabos sueltos que por alguna extraña razón, hablaban de mí.
¿Porque alguien que vivía a miles de kilómetros de mí sabía cómo me sentía en aquellos momentos? ¿Porque alguien que había escrito aquello, mucho antes de conocer yo su existencia, me revelaba tantas cosas de mí mismo?
Sentía aquellas palabras dentro de mí cómo quién siente el fuerte azote de un tórrido viento que gira locamente sobre su cuerpo y eso hacía sentirme totalmente desnudo e indefenso. Ellas, al leerlas, me arrastraban a un lugar dónde se hablaba de mí y esto me provocaba miedo. Era un miedo mucho mayor del que yo podía discernir, era un miedo que no me paralizaba pero que amortajaba sin fisuras la fuente de la que emanaba mi felicidad. Me sentía extraño leyendo aquello, me sentía cómo quién se sabe descubierto a pesar de haberse esforzado tanto en intentar ocultar quién era, eso si realmente alguna vez había sabido quién era. No podía entender nada de lo que me estaba pasando, tan sólo podía aceptar lo que estaba sintiendo sin poder hacer nada más al respecto. No podía dejar de leer a sabiendas que si seguía con aquello, podría acabar conmigo, acabar devorándome desde la raíz.
¿Pero quién era yo realmente? ¿Alguna vez me había conocido?
Éstas y otra preguntas se amontonaban en mí en forma de violentos remolinos que batían en el mismo lugar dónde no hacía mucho existía calma.
Palabras que se juntaban formando frases, frases que tenían significado, significados que formaban ideas, ideas que llegaban al pensamiento y pensamiento que se transformaba en devastadora tormenta tan pronto la palabra aparecía. Un círculo vicioso que destruía a la persona, a mi persona concretamente si ésta realmente había llegado a existir alguna vez. No era duda lo que sentía, no era incertidumbre, era simplemente miedo a saberme sin conocerme, era cómo formar parte de un juego macabro dónde el final, si es que lo había, se escribía con sangre sólo que esta vez en lugar de sangre maldita lo único que quedaba era un inmenso y frío vacío. La más absoluta y siniestra nada sujetada por nada y con significado cero.
Un feroz viento me seguía azotando a cada hoja que leía, a cada párrafo, a cada punto y coma y aún así no podía parar de hacerlo. Creía que me estaba volviendo loco o que simplemente y por una casualidad del destino, estaba encontrando mi senda, un camino marcado por la destrucción y el vacío a través de la palabra.
¿Quién era yo?
En esos momentos me sentía cómo un simple títere en manos de unas letras que parecían haber sido robadas del fondo de mi ser, expuestas sin vergüenza a la violencia de un huracán que lo devoraba todo a su paso y ese todo, era yo.
¿Cómo era posible que me estuviese sucediendo aquello?
Simplemente porque me había resuelto, después de tantos años, cómo un ser frágil ante lo que yo creía que era duradero y por eso estaba pagando muy cara la ingenuidad con la que había tratado mi vida.
¿Sabría vivir en el camino escrito de la nada que no lleva a ningún lugar?
No lo sabía tan sólo no podía acabar de entender cómo era posible que aquellas palabras que estaba leyendo hablasen tan claramente de mí y aún así no podía dejar de leer...
… y ese maldito viento no dejaba de hablar.
KONNICHIWA, SPUTNIK ;) ???http://www.lecturalia.com/blog/2009/03/03/discurso-de-murakami-en-jerusalen/
ResponderEliminarMATA NE!!
KISU :)
Namsté Watashi...
ResponderEliminarTan claro lo has visto?
No se te escapa una jajajajaja
Gracias por el enlace, sublime discurso, cómo GENIAL es ÉL :))
Mata ne :))
Besos desde una Realidad Soñada