Te voy a confesar algo.
Dime.
Me encanta escuchar el sonido de las monedas cuando las dejas caer dentro de mi corazón
No te entiendo, ¿a que te refieres con eso?
Pues a eso mismo, el vibrante y dulce sonido de las monedas cuando golpean, una detrás de otra, contra las musculosas paredes de mi corazón. Es una sensación única y maravillosa.
Cariño, estoy confuso por tus palabras y ahora no sé si alegrarme o enfadarme.
¿Porque dices eso amor?
¿Porque no entiendo que encuentras tan maravilloso en el hecho de dejar caer monedas en tu corazón?
Pero, cariño, no me las dejas, me las regalas directamente al corazón. Es estupendo, desearía que pudieras experimentar una sensación así. Es algo realmente diferente y que me llena de buenos sentimientos hacía ti que no sabría cómo expresártelos.
¿Y te puedo preguntar algo que sale de mi comprensión aunque no sé si es una tontería.?
Pregunta, pregunta, eres libre de hacerlo, cariño.
¿Cómo consigues aunar monedas metálicas y tejido humano para conseguir ese sonido tan especial y que tanto te hace sentir cómo dices tú?
No lo sé, nunca me había pasado antes. Tú eres la primera persona con la que soy capaz de sentir cómo caen monedas en mi corazón y me alegro que hayas sido tú. Eres tan especial.
¿Nunca antes te había pasado?
Nunca.
No sé que decirte. Supongo que no acabo de encontrar la conexión mágica entre hacer caer unas monedas y un corazón y así me es muy difícil comprenderte aunque me alegra saber que te despierto estos bellos sentimientos y que he sido la única persona en llegar hasta ellos. Yo también creo que eres especial y ahora, después de tu confesión, lo siento aún más.
¿Me quieres?
Bésame y lo sabrás.
Con este beso apasionado queda zanjada esta corta conversación sobre monedas, sonidos y corazones entre estos dos enamorados que lejos de sentirse separados por sus formas de expresar, se sienten unidos en su forma de amar.
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