Un pensamiento



En los muelles de un diván viejo

una vez, se escondió un pensamiento,

era débil e indeciso ante otros

que aparentemente eran más completos.



No tuvo elección, no pesaba nada y

pronto sucumbió al peso de tantos

que pasaron por el diván

y de él hicieron su hogar.



Pasó a vivir en la planta baja, por así decirlo,

y a él todo le llegaba

y nada decía,

sólo creía ser un pequeño pensamiento.



Una noche de agosto,

abandonado ya y maltrecho de por vida,

apareció junto al diván un niño de ojos claros,

parecía contento y no dejaba de mirarlo todo

hasta que sus ojos se posaron en él.



El pensamiento creía que el niño no podía verlo

y por esa razón se había asomado hasta el respaldo para ver,

una vez delante de él, el niño, sin perder la sonrisa,

le preguntó, quién eres y porque pareces triste,

soy un pobre pensamiento, nada más,

y que haces aquí solo,

que recuerde siempre he estado solo

a pesar de estar muchas veces en compañía,

pues que triste pensamiento, le dijo el niño,

eso pienso yo.



El niño, de naturaleza alegre, quiso ayudarlo

y le propuso varias cosas pero el pensamiento

no accedía a ninguna de sus peticiones,

nada quería y poco decía

hasta que al niño se le ocurrió una idea,

ahora vuelvo, le dijo el niño,

el pensamiento sin contestar pensó, no lo hará,

pero al cabo de poco vió cómo el niño regresaba,

traía algo entre sus manos y

cuando llego a la altura del pensamiento le dijo,

mira pensamiento, te he traído un poco de tierra húmeda,

para que la quiero yo, le preguntó intrigado y éste,

con el nerviosismo característico de los niños

que quieren contarte algo,

le contestó sonriendo aún más,

es un regalo para ti,

mira pensamiento, en mis manos

hay un poco de tierra para que tengas un nuevo hogar,

hay un poco de agua para que siempre que quieras te limpies

y puedas ver las cosas de una modo diferente,

también hay un poco de Sol para que te caliente y anime

en los momentos más duros

y finalmente he soplado un poco de aire

para que salgas de aquí y

puedas ir a dónde tú quieras, ser libre.



El pensamiento, tan pronto acabo el niño de hablar,

salto dentro del pequeño montículo de tierra y

una vez fuera el niño, sin dudarlo,

lanzó de sus manos toda la tierra al viento

y el pensamiento, por primera vez en su vida,

supo al momento que era la auténtica Libertad.



Nada se sabe ahora de este pensamiento y

si ese niño es en estos momentos un anciano

pero lo que sí sabemos con certeza

es que lo que hizo ese niño, en esa noche de agosto,

fue lo mismo que millones de personas hacen cada día,

sueltan sus débiles pensamientos al cielo

y los dejan ser libres, los dejan volar

y así ellos mismos son libres y pueden volar.
 
 
 

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