Wichien-Maat



Su obsesión por los gatos ya le venía de muy pequeño. Sus primeros recuerdos eran montones de gatos a su alrededor, ronroneando y deslizándose entre sus diminutas piernas que apenas se aguantaban. Los gatos en su vida siempre habían estado presentes, primero en casa de sus abuelos maternos que vivían con docenas de ellos y le enseñaron a prodigarles afecto y dedicación, más tarde en la escuela primaria dónde rondaban por los alrededores en busca de alguna comida fácil a pesar de los evidentes peligros que entrañaba estar tan cerca de niños y aún más tarde en la Universidad cuando estudiaba Biología siempre andaba rodeado de gatos para la experimentación, aquello al principio lo aterró hasta que pudo superarlo. Finalmente cuando se licenció y se pudo ir a vivir sólo, lo primero que hizo fue comprarse un gato. Era un siamés de pelo largo y agrisado, sus ojos azules eran de una claridad espectacular y cada vez que lo miraba fijamente tenía la impresión que el gato, de un momento a otro, se iba a poner hablar. Era muy listo aunque no era tan amistoso cómo pensaba que sería en un principio, éste siempre se las ingeniaba para conseguir todo lo que necesitaba y hasta hubo ocasiones que ni él mismo sabía quién era el animal y quién era el dueño. Le gustaba tener un gato en casa, le aportaba tranquilidad y sobretodo le daba una responsabilidad fuera de su trabajo que de otra manera no hubiese tenido. Era una persona que se relacionaba muy poco con los demás, era un poco retraído y tan sólo hablaba lo imprescindible aunque no era así siempre, cuando llegaba a casa no dejaba de prodigar mimos y atenciones a su amado siamés cómo si esto compensase su falta de sociabilidad. Los meses fueron pasando y el gato fue creciendo, al principio muy poco a poco pero luego empezó a crecer de un modo considerable. Lo llevó al veterinario y éste le dijo que el gato tenía un problema que le hacía crecer más rápido de lo normal pero que no se asustase, que en un periodo de tiempo relativamente corto este crecimiento acelerado se detendría y tendría un gato sano cómo cualquier otro. Un poco más grande pero igual que cualquier otro gato, le había asegurado el veterinario. Este hecho le hizo unirse aún más a su gato, sentía que él era responsable de su grandaria y se maldecía por no haber estado más atento en su alimentación y ejercicio. Busco información más detallada sobre los hábitos de los siameses y se puso a trabajar con él. Decidió cambiar su turno de trabajo para pasar más tiempo con él, dejó su apartamento y alquiló una casa con un pequeño jardín para que el gato tuviese más espacio. Llegó el día en que se dio cuenta que vivía sólo para y por el gato y a pesar de sonar extraño, esto le gustaba. Su vida había girado en torno a los gatos y ahora estaba seguro que poseía el gato más bonito del mundo y uno de los más grandes de la ciudad. Era su razón de vivir y poco a poco fue alejándose de todas las ocupaciones que no tenían que ver con su gato. Fue faltando día si día también al trabajo hasta que lo echaron y los pocos amigos que aún conservaba ya no lo reclamaban. Su vida se centró en aquel gato de mirada penetrante y gestos elegantes a pesar de su enorme grandaria y esto desencadenó que desde hacía un tiempo él se había descuidado en su aspecto físico en pro del gato. Su pulido semblante de antaño ahora no existía, se vestía con cualquier prenda, conjuntase o no, y salía siempre de casa a horas intempestivas en busca de las cuatro cosas que necesitaba para subsistir. El gato vivía cómodamente mientras que él se las tenía que ingeniar para llegar a final de mes pero todas estas penalidades no le importaban si su gato estaba bien, se desvivía por él hasta el grado máximo de la obsesión y es así cómo llegamos al día de hoy.

Esta mañana, al levantarse se encuentra una nota encima de la mesa. No le presta atención hasta que después de estar buscando al siamés durante más de una hora y no encontrarlo, posa sus ojos encima de ella y se da cuenta que es el único indicio que tiene para saber sobre su paradero. Esta desesperado y la nota se le cae de las manos tres veces antes de que pueda tan sólo ojearla. En la nota, escrita con excelente caligrafía, se puede leer que se han llevado al gato y que lamentablemente no volverá a recuperarlo. También dice que lamentan haber causado tantas molestias pero que su gato es esencial para la mejora física y anímica de una persona y que por esto han decidido secuestrarlo. Él no entiende que tiene que ver su gato con nadie que no sea él y en esos momentos la duda y cierta indefensión le embargan, de repente estalla de rabia y enseguida empieza a romper todo lo que se encuentra por delante. En menos de una hora su casa esta destrozada y seguiría destruyéndola si no fuese porque aparece la policía avisada seguramente por los vecinos que se han asustado con tanto revuelo. Finalmente lo detienen y después de examinarlo detenidamente deciden internarlo en un centro especializado. Su rabia había desaparecido al poco de llegar a los juzgados y ahora sólo le invade un sentimiento de frustración y pérdida. Sabe que su vida ya no será la misma sin su gato, su amado gato siamés.

Al día siguiente, por la mañana, los policías encargados de dar el almuerzo se encuentran una escena nada normal. Decenas de gatos están en la celda dónde horas antes estaba el detenido aunque de éste ya no quedan indicios. Al abrir las puertas los gatos corren hacía todas direcciones pero no hay rastro del sujeto. Ha desaparecido y nadie sabe cómo ha sido posible. Después de estar buscando por todas las dependencias se da la orden de búsqueda y captura. Los policías salen atropellándose de la comisaria en busca de aquel perturbado que tan peligroso parece ser sin darse cuenta que un enorme gato siamés los observa desde un tejado cercano.

Esta inmóvil y aunque parezca que no puede ser, el gato sonríe, parece que esta pensando que esos policías que tantas prisas tienen no saben adónde van ni por dónde tienen que empezar a buscar y aún así lo hacen sólo porque sus superiores se lo han ordenado. El gato sigue mirándolos mientras sonríe en la cornisa porque sabe la verdad. No lo encontrarán.

Ellos persiguen a un hombre y no a un siamés, cómo él.



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